Cardenal Rouco Varela: La Iglesia y el Estado

La Relación "Iglesia y Estado" es el tema al que se refiere Cristo: Dad a César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.

Este es un tema muy controversial: ¿Por qué la Iglesia no ejerce más influencia en las sociedades liberales (socialistas, capitalistas, democráticas, etc)?
Una de las razones es la tibieza, la postura acomodada de muchos católicos, y que es una tentación frecuente para todo cristiano, como advierte Cristo durante toda su predicación. Efectivamente, es una constante lucha para nosotros, saber hasta qué punto "ir" y hasta qué punto conviene más "quedarse".
Pero existe en contraste aquello que aparece en el Apocalipsis 3, 15-17, el clásico pasaje, increpa al cristiano a no ser tibio. La Cuestión 12, II, II de la Suma de Santo Tomás, reafirma ésto, dice que toda "apostasía" es "cierto retroceso de Dios.

Al principio de la era Cristiana, el Imperio Romano no fue cristiano. Los perseguía. Después, Constantino levantó la persecusión con el Edicto de Milán en el 313.
Durante la mal llamada "Edad Media", que bien llamada es la época de la Cristiandad, como enseña la verdad histórica, ajena a la ideología parcialista, racionalista atea y anticristiana; fue donde la unión entre la Iglesia y el Estado llegó a su plenitud, a la plenitud que cualquier cristiano quisiera: El Estado era católico, las leyes eran católicas, hasta los malos eran católicos, cosa que aliviana mucho muchas cosas, no las resuelve, por supuesto que no, pero las alivia, pues con un delincuente católico se puede, al menos -si es católico en serio- hablar de arrepentimiento. Pero cuando el liberalismo se adueña de las personas, incluso de los delincuentes, y les enseña a responder: soy libre ante todo, absolutamente todo, ¿cómo lo corregimos?. Como sea.
pero esa plenitud social -de ahí que se hable del "Reinado Social de Jesucristo"- en que todo el Estado -concepto que de hecho ya está mal, pues es un invento hegeliano, es decir, ya liberal, preferimos reemplazarlo por su correlativo en un buen entendimiento: sociedad-
La sociedad era católica, ¿por qué dejó de serlo?
Incluso dejó de serlo con una venia de muchos, inclusyendo Obispos, y hasta Papas.
El asunto no es fácil, pues, asi como se oye, podriamos entrar perfectamente en lo que Santo Tomás llama "Apostasía", y el peso de la Apostasía es el siguiente: "La apostasía de la fe, como hemos expuesto, aparta totalmente al hombre de Dios, cosa que no acontece con ningún otro pecado".

Veamos qué postura tiene la Iglesia Católica en nuestros días.

El Cardenal Rouco ingresó esta semana (25 Junio de 2008) a la Academia de Doctores de España. En su discurso habló sobre la Iglesia y el Estado:

"Naturalmente la forma concreta en la que esas relaciones entre lo religioso y lo político se han desarrollado, se desarrolla y desarrollará en la realidad viva de la historia, cambia y varía al ritmo de cómo el factor de la libertad individual y social las configura existencial y comunitariamente, las vertebra social e institucionalmente, las modela jurídicamente y las justifica doctrinal o ideológicamente."

agrega sobre esto:

"Aparece, sin embargo, un momento en la historia universal, en el que en las relaciones entre "lo religioso" y "lo político" se produce un giro radical respecto a la concepción del principio básico que debe iluminarlas intelectual y vivencialmente y en la forma de regularlas social y jurídicamente. Es aquél en que Jesús de Nazaret, ante la pregunta de sus adversarios de por qué sus discípulos no pagan al César el tributo legalmente exigido a todos sus súbditos, y después de pedir que le mostrasen la moneda del tributo, contestase: "dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios". Desde ese momento se iniciaba, con la Iglesia por Él fundada, la historia de una fórmula de vida religiosa y social en la que se rechaza y supera simultáneamente el modelo del monismo antropológico, cultural y jurídico en el que lo "religioso" es absorbido por lo "político" y/o viceversa, monismo vigente en todas las culturas y constelaciones jurídico-políticas conocidas hasta entonces, sin excluir la del pueblo de Israel, pueblo portador de una experiencia religiosa singular, expresada en el reconocimiento de un solo Dios verdadero, Creador y Señor del universo y el único Santo. Este mismo monismo religioso-político se mantendría esencialmente igual hasta el presente como el presupuesto no discutido y normal de la concepción vigente social y culturalmente en la vida política normal de los Estados de raíces y tradición no cristianas."

"Todavía impresiona con fuerza cómo los primeros cristianos de la primitiva Iglesia, guiados por Pedro y los demás Apóstoles, van pagando con su sangre martirial el precio de la libertad del acto de fe en Jesucristo, Hijo de Dios y Redentor del hombre, frente al mandato del culto imperial en los tres primeros siglos de su historia y cómo luego en el Imperio Constantiniano prosigue la pugna de la Iglesia, conducida por Pastores insignes, por su libertad en forma, en ocasiones, no menos martirial y heroica. Mantener y consolidar esta libertad a lo largo de todo el primer Milenio de su historia fue uno de los grandes, permanentes y sacrificados empeños pastorales, sobre todo de los Papas, frente a las tentaciones de retornar a fórmulas paganas por parte de los emperadores, primero de Roma, después y siempre de Bizancio. "
"La Iglesia Católica ha vivido un Concilio Ecuménico, el Concilio Vaticano II, concluido el 1965, y cuyo significado ha transcendido los límites internos de su propia realidad espiritual y pastoral; y en 1978 recibía a un Papa, venido de Polonia, el primer Papa no italiano de los últimos cinco siglos de su historia, Juan Pablo II, que en su extraordinariamente largo y prolongado pontificado la introduciría con un dinamismo apostólico y una proyección misionera sin precedentes en el segundo milenio de la historia cristiana y en el siglo XXI. La humanidad, entre tanto, continuó su proceso de "globalización" con un ritmo a veces trepidante y siempre en la misma dirección de la intercomunicación generalizada sin fronteras físicas y políticas, sorprendida ante la caída insospechada del Muro de Berlín en 1989 y el derrumbamiento inesperado del sistema soviético en Europa, el lugar cultural y político originario de su nacimiento, forzado militarmente."


"La irrupción del terrorismo fundamentalista, especialmente en la conocida versión islamista, sumaba en el nuevo contexto del mundo globalizado un inédito elemento cultural y político sumamente influyente en el planteamiento contemporáneo del problema, al obligar a situarse con el trasfondo general -más allá de lo específicamente confesional- de la relación entre "lo religioso", "lo temporal" y "lo político". Por lo que respecta a España y a su vivencia actual del problema, resultó decisiva su configuración como un Estado libre, social y democrático de derecho sobre la base de la Constitución del año 1978. Sí, parece que "el actual sitio en la vida" de la permanente cuestión de las relaciones Iglesia y Estado muestra una viveza y una complejidad en sus términos históricos reales no menos dramática que la mostrada por Hugo Rahner al iniciarse la década de los años sesenta. Años que culminarán con la revolución estudiantil de "mayo del sesenta y ocho", calificada y valorada por ensayistas e intérpretes de la historia contemporánea como una verdadera revolución cultural, cuyos efectos alcanzaron también la valoración social de la Iglesia y del cristianismo e incluso la dimensión religiosa de la existencia humana, radicalmente cuestionada[4]. ¿Cuáles serían pues las perspectivas intelectuales y existenciales con las que se debería abordar de la forma más adecuada a la realidad el planteamiento actual del problema y más fructuosa desde el punto de vista de la posibilidad de hallar soluciones teóricas y prácticas justas y beneficiosas para el momento presente de las relaciones Iglesia y Estado?"

La fórmula de las relaciones Iglesia-Estado también se conoce como la Doctrina Gelasiana de las Dos Espadas o Cesaropapismo, que resume esta frase citada por el Cardenal Rouco:
  • Duo quippe sunt, imperator auguste, quibus principaliter mundus hic regitur: auctoritas sacrata pontificum et regalis potestas. In quibus tanto gravius est pondus sacerdotum, quanto etiam pro ipsis regibus hominum in divino reddituri sunt examine rationem"
  • "Dos son, emperador Augusto, por los que principalmente es regido este mundo: la autoridad sagrada de los pontífices y la potestad real. En lo cual tanto más grave es el peso de los sacerdotes, cuanto también por los mismos reyes de los hombres habrán de dar cuenta ante el tribunal de Dios"

Sobre ésto el Cardenal Rouco señala:

"la cuestión de las dos potestades, "la potestad espiritual" y "la potestad temporal", se concentra en sus máximos titulares, el Papa y el Emperador, y sobre el grado de superioridad o subordinación en sus mutuas relaciones según los asuntos o materias sometidas a sus respectivos ordenamientos jurídicos -el "ius canonicum" o el "ius civile"
En el caso de persistentes discrepancias ¿a quién correspondía la última palabra en la determinación jurídica de la materia como canónica o civil? ¿De quién era la competencia para la decisión última y definitiva? La disputa de juristas y teólogos en torno a la superioridad de la autoridad espiritual del Romano Pontífice o de la potestad temporal del Emperador llenará toda la Edad Media hasta bien entrada la nueva época del Renacimiento en el siglo XV cuando comienza a dibujarse en el horizonte político-jurídico la figura del Estado nacional y soberano.
"

El problema parece acabarse con el Concordato de Worms de 1122, aquél acuerdo entre el Papa Calixto II y Enrique V, el Cardenal continúa:

"Por la vía técnico-jurídica de conexión armonizadora de los respectivos derechos, canónico y civil, madura, a través de la reflexión filosófica y teológica sobre la categoría y las posibilidades del "ius gentium", la idea y el marco de un ordenamiento jurídico positivo de raíces ético-jurídicas trascendentes, en el que la teoría y la práctica de la relación Iglesia y Estado se situarían lo más objetiva y lo más justamente posible. Maduración que pertenece ya a otras épocas: las de la historia moderna y contemporánea de la Iglesia y del Estado. Una historia que se extiende más allá de Europa; primero, al Continente americano y a sus Naciones independientes y libres y, luego, a finales del siglo XX, a todos los demás Continentes."

Pero acá, ya instalados en la Modernidad, se rompen los conceptos. Maquiavelo no va a entender por "política" aquella actividad virtuosa que lleva a las personas a conseguir y conquistar su fin, ayudada por otras, y organizadas todas por un gobernante. No. Acá se va a hablar de un "arte" como "técnica", en donde lo que importa no es la naturaleza moral de la política, sino lucirse en la dominación de este artificio humano. Error, y garrafal. A MAquiavelo lo van a enriquecer en su mal, o mala concepción, Hobbes, Locke y Rousseau, después todo el desfile de "ilustrados", aquellos grandes cerebros, que, en su concepción, son más brillantes que siglos de reflexión teológica, filosófica, política, etc, que fue la Cristiandad "medieval".

Incluso Hegel instala el término "etsado", hipostaseando lo que era la Sociedad, con el problema consecuente de que quién encarna ese estado no es el gobernante, sino el poder que éste ostenta. Pero el Cardenal Rouco tiene muy clara y lúcida doctrina, respecto a éste tiempo moderno sostiene:

"En este marco histórico-espiritual de la nueva figura jurídica del Estado moderno de los siglos del Renacimiento y del Barroco europeos, lo más urgente para los canonistas y teólogos, fieles a la Tradición y al Magisterio de la Iglesia, se cifraba en mantener actualizada la tesis de la superioridad indiscutible de la potestad eclesiástica en el campo propio de la vida y de la misión de la Iglesia. No podía ser discutible la supremacía de la potestad de la Iglesia en "spiritualibus" y tampoco podía ser negada su competencia en aquellos asuntos temporales en los que estaban implicadas la ley de Dios y la salvación de las almas."

Dándole un estatuto de legalidad o legitimidad -no proscrita- a los juristas de la Escuela Tomista de Salamanca, a los nacientes Jesuítas (en esta época nace la Compañia), y, en fin, a los que defendían la razón, especialmente en lso territorios NUEVOS, es decir, América. El problema, explica el Cardenal, se escapó a América, y fue resuelto -ya lo hemos dicho-, la Iglesia tiene mayor autoridad en todos los asuntos que tengan que ver con la slavación, por lo tanto, con todos los asuntos propios de la naturaleza humana que fue elevada -pero no anulada según la sentencia escolástica- por la Gracia.

El problema es que si América quedó "SANEADA", ahora la lucha comenzaba de nuevo en Europa, o más bien dicho en una nueva Europa: la Protestante:

"Ciertamente no llegan tan lejos como lo habían hecho los Estados protestantes formados durante y después de la reforma luterana en los que "el Soberano" asume el "Summum Episcopatum" y se erige en cabeza de la Iglesia en su territorio, convirtiéndola en "Landeskirche" -en Iglesia territorial-. Al Duque de Clever se le atribuye la famosa sentencia "Dux Cliviae est Papa in territorio suo"."

El Protestantismo sembró el gérmen de la división, en el fondo del ateísmo, de la Apostasía, de nuevo en Europa. Y lo hizo ganando la batalla, pues no esperó mucho la Historia para ver aquél gran suceso -gran por su maldad-, la Revolución Francesa, que terminó por romper la posibilidad de unir Iglesia y Estado, en palabras del Cardenal, se inicia una "crisis definitiva":

"Este esquema jurídico-político triunfa imparablemente en toda Europa. Lo imponen la fuerza del pensamiento político liberal y el reconocimiento generalizado del principio constitucional como esencial e imprescindible para la configuración jurídica de un Estado -ya concebido como plenamente nacional- a la altura del progreso científico y cultural, propio de la sociedad contemporánea de los siglos XIX y XX."

Se inicia el Estado Revolucionario. El Estado contra Dios, contra la razón. Se instala el Estado Democrático-Liberal, que se ordena por antojos humanos, por la visceralidad animal que reside en el Hombre, en tanto sujeto del Pecado Original.

Pero la deforme constitucion social liberal, como todo invento humano -al contrario del orden social natural, invento divino-, carece de perfección. Y por ende, deja abierta la puerta para que la Iglesia gane un sitial dentro de éste engendo de maldad, y un lugar legalizado. Lo dice el mismo Cardenal:

"El constitucionalismo liberal dejaba, no obstante, una puerta intelectual y cultural abierta para la libertad de la Iglesia: los derechos del hombre y, en concreto, el derecho a la libertad religiosa."

Pero es dificil instalarse en medio de un mundo y de "un orden político laico, inmanentista y pluralista", el liberalismo intenta una autocorrección de su mismo sistema, que legitimó el autoritarismo -ejemplo: Guerras Mundiales-.

Frente a esta dificultad, el Cardenal propuso a la audiencia -y en el fono le propone al MUNDO- repasar la historia de la relación Iglesia- Estado en una óptica sociológica, donde se puede apreciar que no cuadra la ideología racionalista atea, cruda, con la realidad de la persona, con la realidad, con las exigencia spropias de los seres humanos.

Es un descanso, un incentivo a la fe, oír las palabras del Cardenal Rouco sobre este tema que interesa de sobremanera a Cristo Mártir, y a todo católico que intenta ser fiel a la Tradición, a la Verdad, al Magisterio, al Papa y a la Iglesia.

El pensamiento liberal se sintetiza en que la razón humana intenta suplantar la voluntad de Dios, dado que la primera duda de la segunda. Las sociedades actuales se dan cuenta una y otra vez de las incoherencias de constituir un mundo en torno a una ideología. Las inconsistencias se ven a diario, porque LA LEY fue hecha por Dios, PARA el Hombre, pero cuando el Hombre hace su propia ley, se ve que no juntan ni pegan, sólo trae discordias, desaveniencias, guerras, etc. No ordena, desordena. Pero INSISTEN en buscar la solución en la razón humana, y no en ordenar a ésta a lo natural. Es, una vez más, un problema de carcácter teológico, pues, no creer en que s epuede conocer la naturaleza huaman, y desde ésta, conocer la sociabilidad como acto natural -moral, en cuanto lo perfecciona- del hombre, es, al final, no creer en el Hombre, y no creer en el Hombre es dudar de Dios.

El artículo -discurso- completo del Cardenal Rouco Varela se puede leer en Zenit:

http://www.zenit.org/article-28039?l=spanish

CM

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