Pentecostés

Imagen: Ícono de la Catedral de San Bernardo, Santiago de Chile. Juan Francisco Echeñique

Un pentecostés para nuestros días.


Frente al secularismo, anticatolicismo, ateísmo militante o activo, y, en fin, frente a ´los que están contra Dios y contra Cristo, hace falta hoy en día la misma fuerza con la que Pedro, luego de recibir el Espíritu, el fuego, habló a las muchedumbres, quienes se convirtieron bautizándose en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Pero para que eso ocurra, tenemos que recorrer lo que recorrió Pedro:

1º Reunirse a compratir, especialmente la Palabra: "estaban todos reunidos en el mismo lugar" (Hechos, 2, 1)

2º Rezar y cumplir con la Ley: Por que se habian reunido para celebrar una Solemnidad, la de Pentecostés.


Entonces, para que tengamos hoy un Pentecostés, y reavivemos nuestro fuego del Bautismo, vivamos en comunidad (en Iglesia), oremos y cumplamos la Ley de Cristo, la Ley del amor. No hay otras fórmulas, no hay otras "teologías" u otras "acciones pastorales" que tanto andan buscando por ahí teólogos y agentes pastorales, no sacan otra cosa que perderse entre tanto concepto inventado, carente de sentido, frases huecas. La verdadera "técnica" para encender a otros es la ya demostrada, en el fondo, aprobada por el mismo Dios que envió su Espíritu: "Todos quedaron llenos del Espíritu Santo" (Hechos 2, 11)

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SECUENCIA

Ven, Espíritu Santo, y envía desde el cielo un rayo de tu luz.
Ven, Padre de los pobres, ven a darnos tus dones, ven a darnos tu luz.
Consolador lleno de bondad, dulce huésped del alma,suave alivio de los hombres.
Tú eres descanso en el trabajo, templanza de las pasiones, alegría en nuestro llanto.
Penetra con tu santa luzen lo más íntimo del corazón de tus fieles.
Sin tu ayuda divinano hay nada en el hombre, nada que sea inocente.
Lava nuestras manchas, riega nuestra aridez,cura nuestras heridas.
Suaviza nuestra dureza,elimina con tu calor nuestra frialdad, corrige nuestros desvíos.
Concede a tus fieles,que confían en ti,tus siete dones sagrados.
Premia nuestra virtud, salva nuestras almas, danos la eterna alegría.
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reproducimos un texto que nso envía el I.V.E. Argentina gracias a su sección Homiletica
El presente corresponde a los Sermones de San León Magno, publicados por Apostolado Mariano

San León Magno


Correspondencia entre el Pentecostés cristiano y el mosaico.
Los Apóstoles son instruidos por el Espíritu Santo. Se declara el misterio de la Santísima Trinidad y se refutan los errores contra el Espíritu Santo.
Todos los católicos saben, mis amados hermanos, que la festividad de hoy merece celebrarse entre las principales y nadie discute la reverencia especial que este día se merece, puesto que fue santificado por el Espíritu Santo con un señaladísimo milagro de su bondad. Este es el día décimo a partir de aquel en que subió el Señor sobre lo más encumbrado del cielo para sentarse a la diestra de Dios Padre y es el quincuagésimo contando desde el día de su Resurrección, brillando ahora en todo su esplendor lo que entonces se anunció y encerrando en si maravilloso cúmulo de antiguos y nuevos misterios, que finalmente en esta fiesta se aclaran al adivinarse ya la gracia en la antigua ley y aparecer ahora la ley plenamente cumplida por la gracia. Como en otro tiempo fue dada la ley al pueblo hebreo, libertado de los egipcios, en el día quincuagésimo después de la inmolación del cordero en el monte Sinaí, así también, después de la Pasión de Cristo, en que fue sacrificado el verdadero Cordero de Dios, el día quincuagésimo después de su Resurrección el Espíritu Santo descendió sobre los Apóstoles y sobre todo el pueblo de creyentes, para que fácilmente el cristiano sagaz conozca que los comienzos del Viejo Testamento prefiguraban ya los principios del Evangelio, estableciendo la segunda alianza el mismo Espíritu que instituyó la primera.
Pues como nos narran los Hechos apostólicos al cumplirse los días de Pentecostés y estando todos los discípulos en un mismo lugar, se percibió un ruido que venía del cielo, como de viento impetuoso que se acerca, y llenó toda la casa en donde estaban reunidos. Y aparecieron distribuidas entre ellos como lenguas de fuego que se posasen sobre las cabezas de cada uno, y fueron llenos del Espíritu Santo, comenzando a hablar con otras lenguas, conforme el Espíritu Santo hacia que hablasen (Act. Ap., 2, 1). I Oh, cuán veloz es la palabra de la sabiduría, y siendo Dios el maestro que pronto se aprende lo que se enseña! No necesitaron de intérprete para entender, ni de práctica para hablar, ni de tiempo para consagrarse al aprendizaje, sino que iluminando cuando quiso el Espíritu de verdad los vocablos peculiares de las diversas lenguas se hicieron familiares en la boca de la Iglesia. En este día empezó a resonar la trompeta de la predicación evangélica y desde entonces las lluvias de carismas y los ríos de bendiciones cayeron sobre la tierra desierta y árida, porque para reanimar el aspecto del mundo el Espíritu Santo se cernía sobre las aguas (Gen., 1, 2), y para ahuyentar las viejas tinieblas refulgían los rayos de la nueva luz y con el brillo de las lenguas de fuego aparecía la palabra de Dios iluminada y su elocuencia como encendida, puesto que estaban dotadas de fuerza para iluminar el entendimiento y de fuego para consumir el pecado.
Mas aunque el mismo acontecimiento aparezca admirable, mis amados hermanos, y no quepa duda de que en aquel alegre concierto de todas las voces humanas estaba presente la majestad del Espíritu Santo, a nadie se le ocurra pensar, sin embargo, que en esto que ven los ojos corporales aparece su divinidad, pues es por naturaleza invisible e igual en este punto con el Padre y el Hijo, dando a conocer con la señal que le plugo la excelencia de su obra y don pero guardando en su misma Divinidad la propiedad de su esencia, porque como ni el Padre ni el Hijo así tampoco el Espíritu Santo pueden ser vistos por ojo humano. En la Trinidad divina nada es desemejante, nada es desigual, y todas las cosas que puedan pensarse de su ser ni en poder, ni en gloria, ni en eternidad son diferentes. Y siendo, en lo que se refiera a las propiedades de las divinas Personas, uno el Padre, otro el Hijo y otro el Espíritu Santo, empero no hay diversidad de Divinidad ni de naturaleza. Y procediendo el Hijo Unigénito del Padre y siendo el Espíritu Santo espirado por el Padre y el Hijo, no procede como las demás criaturas que dependen del Padre y del Hijo, sino que vive y reina con ambos y sempiternamente por subsistir juntamente con el Padre y el Hijo. Por donde al prometer el Señor antes de su Pasión a sus discípulos la venida del Espíritu Santo, dijo: Todavía tengo muchas cosas que deciros, más no podéis ahora comprenderlas. Pero cuando venga aquel Espíritu de verdad el os llevará al conocimiento de la verdad. No hablará de su caudal, sino que dirá cuanto hubiere oído y os predecirá lo futuro, todas las cosas que tiene el Padre son mías, por eso os dije que recibirá de mi caudal y os lo anunciará (Jo., 16, 13). No son distintas las cosas del Padre y del Hijo y del Espíritu, sino que todo lo que tiene el Padre también lo tiene el Hijo y el Espíritu Santo y nunca faltó esta mutua comunicación en aquella Trinidad, porque la razón de poseer todos los bienes es su preexistencia eterna. Allí nadie puede pensar en tiempos, jerarquías o distinciones, y si nadie es capaz de definir lo que es Dios, tampoco nadie ose decir que no es, pues más excusable parece no decir cosas dignas de una Naturaleza inefable que atribuirle las que le sean contrarias. Así, pues, cuanto sean capaces de concebir los corazones piadosos de la eterna e inmutable gloria del Padre, otro tanto atribuyen al Hijo y al Espíritu Santo, sin restricciones ni diferencias. Por tanto, confesamos a esta beatísima Trinidad como un solo Dios, pues en estas tres Personas no puede darse diversidad, ni sustancial, ni de poder, ni de voluntad, ni de modo de obrar.
Y como aborrecemos a los Arrianos que pretenden ver distancias entre el Padre y el Hijo, así también detestamos a los Macedonianos, que aunque concedan la igualdad entre el Padre y el Hijo, sin embargo aseguran que el Espíritu Santo es de inferior naturaleza, no reparando que cometen una blasfemia tal que no se les perdonará ni en el siglo presente ni en el juicio futuro, pues dice el Señor: Quien hablare contra el Hijo del hombre será perdonado, mas el que hablare contra el Espíritu Santo no tendrá perdón ni en este siglo ni el venidero (Mt., 12, 32). Así que quien persista en esta impiedad no será perdonado, pues arroja de si a aquel por cuya virtud podía confesar su fe, de forma que nunca alcanzará el remedio del perdón quien no tiene abogado que interceda por él. De este divino Espíritu procede el poder invocar al Padre, de el las lágrimas de los penitentes, de el los gemidos de los que oran y nadie puede decir Señor Jesús, si no es por el Espíritu Santo (1 Cor., 12, 4), cuya igual omnipotencia con el Padre y con el Hijo, formando con ellos una única Divinidad, la proclama claramente el Apóstol cuando dice: Danse, claro esta, gracias diversas, pero es uno mismo el Espíritu. Y también hay diversidad de ministerios, pero es uno mismo el Señor, y diversidad de operaciones, mas es el mismo Dios quien obra en todas las cosas (Ib.,v. 5)
Con éstos y con otros textos, queridísimos, con que brilla abundantemente la autoridad de las divinas Letras, debemos animamos a reverenciar todos de consuno este día de Pentecostés, saltando de gozo en honor del Espíritu Santo, santificador de toda la iglesia, maestro del alma fiel, inspirador de las creencias, doctor de la sabiduría, fuente de amor, símbolo de castidad y principio de toda virtud. Alégrense hoy las almas de los cristianos porque en todo el mundo es alabado el solo Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo con la general confesión de todas las lenguas y porque todavía ahora el misterio que se descubrió bajo la forma de lenguas de fuego aún sigue obrando y comunicando sus dones. Este mismo Espíritu de verdad hace brillar su mansión con el esplendor de su gloria y de su luz y no quiere que en su templo haya tinieblas ni tibieza. Para participar de su obra y doctrina usemos de la reparación de ayunos y limosnas, pues a este venerable día va unida la costumbre de una práctica saludable que experimentaron ser muy útil los santos de todos los tiempos, y a ejercitarla con interés os exhortamos con pastoral solicitud, para que si la incauta negligencia contrajo algunas manchas en los días pasados, las repare la aspereza del ayuno y las subsane la piadosa devoción. Así, pues, ayunemos las ferias cuarta y sexta y el sábado celebremos las vigilias con el fervor acostumbrado. Por Jesucristo nuestro Señor que vive y reina con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.
Amen.
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CM

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