'Liberales' y 'Conservadores', un debate asimétrico

Este es un artículo de Olavo de Carvalho que se encuentra en su página web http://www.olavodecarvalho.org/espanol/ publicado en Zero Hora, el 12 de Junio del 2005.
Ayer conversábamos sobre ésta división -aparente- entre liberales y conservadores. Este artículo está escrito por Olavo, que vive en EEUU, y para Brasil (su país de origen), pero fijense la identidad, vigencia y actualidad que tiene para Chile y Argentina. Sin más:



Debate asimétrico

Olavo de Carvalho
Zero Hora, 12 de junio de 2005


El debate político americano contrapone dos corrientes bien diferenciadas desde el punto de vista político, económico, moral, cultural y religioso. De un lado, los “liberals”, o izquierdistas, con su programa de intervencionismo estatal, asistencialismo, secularismo, feminismo, multiculturalismo, abortismo, etc. De otro, los “conservadores”, con su defensa de la libertad económica, del federalismo, de la independencia individual y de la moral judeocristiana. Son dos cosmovisiones completas que se enfrentan en todos los ámbitos de pensamiento y de acción, con medios de expresión distribuidos de manera más o menos equitativa, con cierta ventaja para la izquierda en los grandes medios de comunicación y en el establishment cultural, y para la derecha en internet y en la radio (sólo el comentarista Rush Limbaugh, con sus 38 millones de oyentes diarios, supera la suma de las tiradas de todos los periódicos izquierdistas progres de Nueva York). A esas corrientes de ideas corresponden dos orientaciones geopolíticas – la izquierda es globalista, la derecha nacionalista – y dos esquemas de poder claramente diferenciados: el proyecto de gobierno mundial de la ONU y el “nuevo siglo americano” de George W. Bush (aclararé esto mejor en un próximo artículo). Finalmente, esos dos esquemas tienen fuentes de manutención económica nítidamente distintas: de un lado, George Soros y las mega-fundaciones tipo Rockefeller y Ford, de otro la industria petrolífera y el “dinero nuevo”, como lo llamaba Ronald Reagan, de miles de pequeños capitalistas en auge.
Aunque la frontera entre ambos campos no coincida plenamente con la línea divisoria entre demócratas y republicanos, el público americano reconoce fácilmente a los portavoces de uno y de otro, y comprende la naturaleza de lo que está en juego en su disputa. Lo que está en juego no es sólo el destino de los EUA, sino de la humanidad: la lucha política americana expresa el resumen perfecto de las alternativas que la especie humana como un todo encara en este comienzo de siglo.
El debate político brasileño, en cambio, se caracteriza por su flagrante asimetría. La izquierda dominante, como su similar americana, combate en todos los fronts – de la política económica al matrimonio gay –, con una persistencia y una agresividad inagotables, mientras que sus adversarios, cuando no se contentan con la defensa casi avergonzada de unos intereses grupales ofendidos o con críticas puntales de orden jurídico-administrativo sin ningún alcance ideológico, llegan, en la más osada de las hipótesis, a argumentar a favor de la economía de mercado. En todos los demás puntos de la línea de combate, se omiten por completo o se adhieren enseguida a las tesis del secularismo izquierdista, pensando que las cuestiones educativas, morales, culturales, filosóficas, religiosas o civilizacionales no tienen la menor importancia en una confrontación que, en esencia, consiste – según ellos – en economía y nada más.
El primer resultado que obtienen así es que suenan ridículos cuando acusan al marxismo de economicista.
El segundo resultado es que convencen a la población de que los adeptos al capitalismo sólo piensan en el dinero, mientras que sus adversarios socialistas están preocupados con unas elevadas cuestiones de interés filosófico y humanitario.
El tercer resultado es que, desfasada con el debate americano, la discusión nacional sólo sirve para cavar más hondo el abismo entre Brasil y el universo históricamente significativo, ayudando al establishment izquierdista a encerrar al país cada vez más en el círculo compresivo de la autosugestión.
El cuarto resultado es un poco más sutil, pero no menos desastroso. Como la estrategia socialista ya abandonó desde hace tiempo la estatalización total de la economía, admitiendo la necesidad de reservar al menos un cierto espacio para las empresas privadas, la defensa de la economía de mercado es fácilmente absorbida e instrumentalizada por el establishment izquierdista, que puede repetir “ipsis litteris” cada palabra del ideario económico liberal sin hacerse con ello ningún daño a sí mismo. Desprovisto de su substancia cultural, moral o religiosa, el discurso liberal puede convertirse únicamente en un forma inconsciente de colaboracionismo.
La salvación de este país depende de que los adeptos a la economía capitalista pierdan su inhibición a defender, junto con ella, los valores morales, culturales y religiosos que han hecho posible su desarrollo en EUA y en Europa.
CM

Comentarios